jueves, 11 de noviembre de 2010

Número cuatro.

El viento no me trae noticias vuestras hasta que no hay vendavales. El mal tiempo siempre nos hace acurrucarnos y buscar un regazo amable, una ansiada regañina o un par de consejos mal dados pero dados, al fin y al cabo. Recuerdo ahora aquella frase en la que me mata el mismo sol que a ti te alumbra. Los rayos os atraviesan las córneas y no me llamáis para bañarnos en el mar. Preferís que me quede cuidando de que vuestras toallas no se llenen de arena. Sabéis que os arroparé cuando tengáis la carne de gallina salada.
Supongo que después cambiarán las tornas y seré yo quien se meta en el agua, poco a poco, que da frío, mientras vosotros (qué sé yo) sostenéis la sombrilla para que no se vuele.
Será una especie de Alfonsina y el mar pero sin muerte. Una no puede ahogarse cuando ya ha tragado tanto. Así que aunque yo me limite a flotar sola, el viento seguirá enviándoos mis saludos.

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